Había una vez un monje budista que vivía en un monasterio en las montañas. Este monje era conocido por su compasión y su dedicación a ayudar a todos los seres vivientes. Un día, mientras meditaba junto al río, vio a un escorpión que se estaba ahogando. Sin dudarlo, el monje metió su mano en el agua y rescató al escorpión.
Sin embargo, cuando el monje lo sacó del agua, el escorpión lo picó dolorosamente en la mano. A pesar del dolor, el monje mantuvo al escorpión con cuidado y lo dejó en la orilla segura del río.
Un discípulo del monje, que había observado toda la escena, se acercó y le preguntó:
— Maestro, ¿por qué ayudaste al escorpión sabiendo que te iba a picar?
El monje respondió con una sonrisa:
— Mi querido discípulo, el escorpión actuó de acuerdo con su naturaleza, que es picar. Pero yo también actué de acuerdo con mi naturaleza, que es ayudar a otros. No debo permitir que la naturaleza del escorpión cambie la mía.
Nuestras acciones deben ser guiadas por nuestros principios internos y nuestra naturaleza compasiva. A pesar de las adversidades y los desafíos que puedan surgir, mantener la integridad y la bondad es fundamental para nuestro crecimiento espiritual.
Esta historia enseña una profunda lección sobre la compasión y la naturaleza humana. Nos recuerda que debemos actuar según nuestros propios principios y valores, incluso cuando enfrentamos comportamientos negativos de otros. La verdadera compasión no depende de cómo nos traten los demás, sino de nuestro compromiso interno con hacer el bien.